Barcos de papel

Jorge Esquinca

Fuente: la cultura en Occidente, especiales de bellas artes

“Cuando se haya roto la infinita servidumbre de la mujer, cuando viva ella por y para ella, ¡también será poeta! La mujer encontrará una cosas extrañas, insondables, repelentes, deliciosas: nosotros las tomaremos, las comprenderemos”. Hace más de un siglo que Arthur Rimbaud –en su famosa Carta del vidente- escribió estas palabras. Hoy en día no resulta difícil constatar la calidad de la poesía escrita por mujeres en nuestro país. Una de ellas, Carmen Villoro, nos entrega una muestra honda y breve, en la colección de poemas que cierra este volumen compartido: Barcos de papel. Desde el primero de los siete poemas que integran la sección inicial nos sorprende la soltura de una voz que se dirige al amado en y desde la intimidad. Al nombrar su cuerpo los versos de Carmen Villoro entran en comunión con la región menos visible de su alma. En su desnudez, el cuerpo así contemplado es un remanso: sitio de la unión entre la palabra y los sentidos. Es también el mar, espejo en movimiento, poblado de imágenes que la poeta va nombrando con una especie de serenidad jubilosa. Me explico, tal vez uno de los principales aciertos de la poesía de Carmen Villoro sea precisamente la naturalidad de su tono. Hay una clara
alegría que se expresa en versos carentes de cualquier afectación. Hay una exploración sensual que nunca se convierte en festín erótico. Hay, también, una sexualidad femenina asumida en plenitud. Así la poesía de Carmen Villoro se abre para dejarse habitar por ese paisaje marino que ella misma inventa y descubre en el cuerpo del amado. Su palabra, al tocarlo, lo transforma; es entonces, el otro que -diría Denis de Rougemont- es finalmente ella misma.

Al mantener un cuidadoso equilibrio entre la inteligencia y la emoción, la poesía de Carmen Villoro alcanza momentos de una singular delicadeza que tal vez no desdeñarían algunos poetas de la Antología griega: Tú tienes en el cuerpo mi memoria, el temblor de hoja seca ante tus dedos suaves.