Zona de fumar

Miro a esas mujeres que fuman sus cigarros

como si hicieran el amor.

Una de ellas desprende la cintilla de celofán

con la gravedad de quien desabrocha un cinturón

o desanuda una corbata.

Otra acaricia con tres dedos la lisura blanca

anticipando un fuego conocido,

queriendo retrasarlo.

Hay la que lo detiene con los labios

disfrutando su peso,

su seca desnudez

y después lo humedece para volverlo propio.

La primera lo absorbe hasta el abismo,

se hace un poco de daño

para sentir que existe.

La segunda lo mira iluminarse

y consume en secreto sus recuerdos.

La tercera sacude la ceniza,

mira el humo

como quien se despide en una calle solitaria.

Una lo apaga con pequeños golpes,

sabe de espasmos.

Otra lo tira al piso, lo tritura

y esa violencia la desquicia suavemente.

La tercera lo deja consumirse

porque no le gusta apresurar ningún desprendimiento.

Parece que platican,

desayunan en este restorán,

piden la cuenta, así, como si nada.

Pero sus cuerpos habitan otra realidad,

sus almas vibran,

su soledad salvaje las denuncia.



De Espiga antes del viento, La Zonámbula, 2018